Los hallazgos muestran que, si bien hay avances, aún existen brechas importantes, especialmente al compararlas con sus pares a nivel global. Hay esfuerzos de descarbonización en marcha, pero la mayoría de las empresas aún no reporta de forma completa su huella de emisiones. Aunque las emisiones de Alcance 1 y 2 se reportan en cierta medida, el Alcance 3 —que incluye las emisiones generadas a lo largo de toda la cadena de valor— sigue siendo en gran parte ignorado. Sin datos específicos del país, las empresas enfrentan dificultades para identificar oportunidades de descarbonización o para cumplir con nuevas expectativas regulatorias.
La circularidad empieza a cobrar relevancia, impulsada por regulaciones locales como la Ley de Economía Circular de la Ciudad de México. Sin embargo, la mayoría de las empresas se enfocan en acciones básicas, como la gestión interna de residuos, en lugar de adoptar estrategias de diseño circular o reutilización de productos, que podrían generar ahorros a largo plazo y mayor resiliencia en sus cadenas de suministro.
En cuanto al cumplimiento regulatorio, las empresas mexicanas todavía no se alinean con estándares globales como la Directiva de Reporte de Sostenibilidad Corporativa (CSRD, por sus siglas en inglés) de la Unión Europea. Solo un número reducido de empresas utiliza marcos de doble materialidad que consideran tanto el impacto en el negocio como los efectos en la sociedad en general. Esto podría dejarlas vulnerables conforme regulaciones similares se expanden a nivel internacional.
El mensaje es claro: las empresas mexicanas deben fortalecer sus esfuerzos en sostenibilidad si quieren seguir siendo competitivas, atraer inversión y preparar sus operaciones para el futuro. Aquellas que lideren en transparencia, medición de emisiones e innovación circular estarán mejor posicionadas tanto en el mercado local como en el internacional.
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